Presidentes regionales de la DC rechazan dichos de Burgos y Walker

A través de una carta publica, presidentes regionales de la Democracia Cristiana, incluido el presidente de La Araucanía, rechazaron las afirmaciones de Ignacio Walker y Jorge Burgos, quienes a través de columnas de opinión, señalaron que el futuro del partido de la falange, en el escenario político nacional, es convertirse en un partido de “minoría” , de “centro reformista” y además desestimando las alianzas, con la declaración de que “no es la hora de la unidad”.

Con argumentos basados en los ideales de fundacionales del partido y su participación en el quehacer político del país durante los últimos 80 años, los lideres regionales, junto con rechazar la tesis de sus “camaradas”, presentaron una propuesta alternativa sobre el futuro rol que debe desempeñar la DC  en el Chile presente y futuro.

La otra alternativa DC: un Partido Líder, Ciudadano y Con Vocación de Mayoría

Los abajo firmantes, Presidentes Regionales del PDC, sentimos la obligación de manifestar nuestra posición respecto a la columna de los camaradas Ignacio Walker y Jorge Burgos, publicada en El Mercurio. En ella se plantea que la opción para la DC post-pandemia, es “aparecer ante el país como una minoría dirimente y no como una minoría subordinada”, como un partido de “centro reformista”. Resulta curioso que su propuesta de futuro, para un partido tan significativo en la historia política chilena, sea ser una “minoría”, dirimente o subordinada. Pero, minoría al fin y al cabo. ¿Cuán correcto es este planteamiento? ¿No existen más alternativas? Quienes firmamos esta misiva creemos firmemente que hay otra alternativa para la DC, ser un partido líder, ciudadano y popular.

Lamentablemente, una vez más, camaradas utilizan medios de comunicación públicos para efectuar planteamientos políticos, desdeñando las vías internas de dialogo que son las instancias donde debemos practicar comunitariamente la persuasión. Este error lo han cometido destacados militantes y exmilitantes, con un único resultado que ha sido confundir al partido, y de paso, entregar a nuestros adversarios elementos para presentarnos como una organización incapaz de procesar sus diferencias internas. Los firmantes, saturados de esta conducta, representamos nuestra posición mediante esta vía a nuestros camaradas.

En el texto aludido se plantea una serie de hipótesis: a) que no es la hora de la unidad de la oposición, sino de la diferenciación; b) que la falta de unidad de la oposición puede ser una virtud; c) que solo se pueden construir caminos de convergencia desde la diferenciación y no desde el “mero oportunismo electoral”; y d) que históricamente (en sus más de 80 años) la DC ha sido un partido de centro reformista.

Sin embargo, dicha columna presenta una fuerte contradicción. Por un lado, nos dicen que hoy se debe tender a la diferenciación, pero al mismo tiempo, valoran los 20 años de gobiernos de la Concertación como la “época de oro” de la política de alianzas. Es más, destacan que se habría generado una “convergencia sustantiva”, una “coalición política” más que una “alianza electoral”.

Dicho lo anterior, queremos plantear una tesis política diferente y abrir con ello un debate con el objetivo de definir estos temas en la próxima junta nacional.

Primero, un partido que busca ser minoría, por definición, es en esencia un partido conservador (sea de izquierda, centro o derecha). Los partidos que pierden las ansias de convocar a una mayoría ciudadana que les permita gobernar (convergencia electoral), en cierto sentido, es porque han perdido su capacidad de representación y articulación. Difícilmente podrán liderar un proyecto país (convergencia sustantiva) que movilice y convoque a las grandes mayorías. En definitiva, que sea popular.

Segundo, el argumento que señala que “no es la hora de la unidad”, resulta extremadamente contradictorio con la valoración del período que ellos mismos llaman de “oro de la unidad” (desde 1990 a 2010). Pensamos que esta afirmación es una simplificación del proceso político chileno. No se puede olvidar que precisamente la búsqueda de la unidad que se inició en 1982, que obligó a los actores de la época a superar traumas y divisiones del pasado, con errores y aciertos, fue lo que permitió que se llegara a la Concertación de partidos por el No (parte de las vilipendiadas alianzas electorales), y al año siguiente a la Concertación de Partidos por la Democracia (otra alianza electoral). Es solo a partir de esas alianzas políticas que fue posible construir la valorada “convergencia sustantiva”. Efectivamente, hubo un aprendizaje muy duro por la experiencia de la dictadura, pero sin alianza política electoral nada de lo posterior hubiese resultado.

Queremos ser claros, el tema no es la alianza como fin en sí mismo, sino más bien la necesaria claridad política para construir una propuesta que interprete a una mayoría y que luego tenga un alcance electoral. Más bien el desafío o la tarea política que nos toca es buscar un camino de cooperación desde lo electoral a lo sustantivo. Es incuestionable subrayar, que lo más importante, es que: nuestro propio partido defina cuestiones esenciales sobre materias económicas, sociales, laborales, constitucionales, entre otras. Una vez que hayamos cumplido esa tarea, que no hemos hecho con la profundidad necesaria, estaremos en condiciones reales de concursar frente a la opinión pública. El mero ejercicio de una política electoral aséptica de los contenidos no es el camino que la DC debe recorrer. Ya hemos conocido el resultado de alianzas electorales de diverso tipo, sin prestar el debido interés a lo sustantivo. La política que alaban los camaradas mencionados de hacer ajustes al modelo integral socioeconómico ya no será suficiente.

Es cierto que hoy tenemos un sistema político más fragmentado, difuso y polarizado. A ratos, hay más entropía que mirada larga. Es más, la actual directiva nacional del PDC y el Consejo Nacional, tomó la conducción del partido en medio de una profunda crisis. Y donde el eje ha estado puesto en revitalizar la estructura partidaria y reafirmar su posición en el sistema político chileno con personalidad. Sin embargo, debemos reconocer que post estallido social y crisis sanitaria, nos encontramos con otra realidad. En esta nueva etapa, junto con reforzar la identidad propia, también se deben construir instancias de colaboración. La política está marcada por el conflicto, pero también por el diálogo y la cooperación. La Democracia Cristiana ha sabido avanzar sin olvidar estas premisas. Por ello, ha sido un partido tan gravitante durante los últimos 60 años de nuestra vida republicana.

Tercero, refutamos la afirmación que históricamente la DC ha sido un partido de centro reformista, aunque entendemos que esa ha sido una forma de alejarnos de las posturas de las derechas y de las izquierdas chilenas, no podemos sino al mismo tiempo señalar que las expresiones no deben llamar a engaño. Resulta bastante discutible ocupar un concepto acuñado con intenciones políticas, por muy legítimas que sean, para intentar explicar un proceso histórico anterior y, de ese modo, justificar la propuesta política
actual. No sólo contradice el concepto mismo del mayor “período de oro” de la DC (usando el concepto de Walker y Burgos) “la Revolución en Libertad”, sino también uno de los idearios centrales de los padres fundadores de la Falange y de la DC, como fue el realizar una transformación profunda del orden social, político y económico de la República. Sin lugar a duda, este ha sido el sello distintivo de un Partido que ha ayudado a cambiar Chile. Por lo anterior, el concepto de “reformista” desmerece en su justa medida las actuaciones y políticas en materia agraria, educacional, Derechos Humanos, por nombrar algunos, que constituyen cambios y actuaciones muy decisivas que van más allá de meras reformas y que han configurado un ethos político fundacional con tintes revolucionarios sin la necesidad de aplicar violencia sino métodos democráticos.

Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con la propuesta de Ignacio Walker y Jorge Burgos en orden a que la DC sea un partido de centro reformista, pero cosa muy distinta es señalar que esa ha sido la historia del Partido Demócrata Cristiano en sus 80 años de historia. Una discusión diferente es si esta tesis es la más adecuada para representar lo que la mayoría de los chilenos y chilenas quiere para su futuro y, por cierto, otra también si será lo que la mayoría de los militantes desean impulsar.

Tendemos a coincidir que la alianza futura de la DC debiera ser de convergencia con fuerzas políticas democráticas, pero especialmente con los ciudadanos, con la gran base chilena nacional y popular, para converger en tareas concretas que debemos definir. Así, por ejemplo, la DC debe definir más allá del Apruebo por una Nueva Constitución a través de una Convención Constitucional, una opción concreta sobre dicha materia. La DC debe definirse categóricamente por el tema previsional en los aspectos estructurales del mismo, definir una postura clara sobre la escandalosa concentración económica y el modelo de Estado fuerte, colaborador y regulador que debe tener en el futuro el país, eliminando la limitación del concepto de estado subsidiario que se ha prestado para fines puramente ideológicos y que hoy con la pandemia han quedado desnudadas. La democracia cristiana debe optar claramente por un Estado descentralizado, pero altamente eficiente e integrado virtualmente, como una tarea esencial para el siglo XXI.

Se trata también de un debate abierto y en curso. Sin embargo, nada de eso será posible si la DC no asume el rol histórico de liderar la búsqueda de esa unidad, tanto electoral como sustantiva. El ser, o querer ser, un partido de minoría es la antítesis por esencia del partido popular que busca representar a las grandes mayorías de una sociedad. Todos los partidos en algún momento han sido minoría o mayoría, nadie tiene clavada la rueda de la fortuna.

Podrá tomar tiempo, podrá tener fracasos, pero la falta de unidad de los movimientos políticos que buscan transformar la realidad social y económica injusta de Chile, de forma democrática, institucional y pacífica, jamás será una virtud.

Por todo lo anterior, hoy más bien es la hora de comenzar a construir un nuevo proyecto político para Chile. Esto exige liderazgo, no inmovilismo. Ideas y acción. Es lo que nos enseñaron nuestros padres fundadores.

Alex Avsolomovich Callejas, Presidente Regional, Región de Valparaíso Eugenio Ortega Frei, Presidente Regional, Región Metropolitana Gerardo Muñoz Riquelme, Presidente Regional, Región del Maule Marcelo Yévenes Soto, Presidente Regional, Región del BioBío Carlos Vallejos Vallejos, Presidente Regional, Región de Araucanía Marcio Villouta Alvarado, Presidente Regional, Región de Aysén

Jueves 7 de mayo, 2020