La crisis de Carabineros que Interior apagó con bencina
La presión se hizo insostenible y la permanencia de Hermes Soto a la cabeza de Carabineros también. Su salida era el fusible que La Moneda tenía para descomprimir la crisis gatillada por el Caso Catrillanca y en particular con la filtración, esta semana, de videos ocultos sobre cómo ocurrió el crimen del joven comunero. Esto en el papel, porque en la práctica toda la jornada de ayer fue un completo desastre para la administración de Sebastián Piñera, a tal punto que no solo se farreó la oportunidad de dar un golpe de efecto que bajara los niveles de la tensión política, sino que evidenció por horas, en vivo y en directo, los agudos problemas de manejo político, liderazgo y conducción que afectan al hombre más poderoso de Palacio, el ministro del Interior Andrés Chadwick.
El hecho de que Chadwick en la tarde del miércoles no respaldara a Soto y que anunciara que venían decisiones, dejó abierta la puerta para la salida del general.
Desde temprano en la mañana de ayer la prensa acreditada en Palacio esperó en los patios el punto de prensa comprometido. Desde Presidencia se había dado el vamos para que, en cualquier minuto pasado el mediodía, el propio Mandatario saliera a informar sobre la salida del general director, pero de eso transcurrieron siete horas de silencio público de las autoridades, mientras se sucedían las reuniones del equipo político con el Presidente Piñera durante todo el día. Nadie decía nada, pero el ambiente se cortaba con cuchillo. Era evidente que algo no andaba nada bien.
El general Soto había estado en La Moneda en la mañana, antes de las 10:00 horas y, de ahí en adelante, se mantuvo en su despacho del edificio institucional. Pasadas las 15:00 horas se filtró a la prensa que la renuncia era un hecho, pero eso, en vez de despejar el escenario de incertidumbre, complicó más las cosas, tanto que, por otro par de horas, se instaló públicamente la versión de una resistencia del jefe de la policía uniformada a dejar su cargo. La explicación que hay de la negativa que Soto le expresó a Chadwick para dar un paso al costado es que considerada que presentar su renuncia era una forma de aceptar todas las culpas de una crisis que, a sus ojos, no es solo de su responsabilidad.
Con esto y en pleno siglo XXI, ayer en la tarde se presenció un gallito político-institucional que era propio de otras épocas políticas, de los primeros años de posdictadura y no de una democracia que ya había superado la etapa de la transición.
Todas las culpas y responsabilidades caen sobre Chadwick. Desde el seno de La Moneda reconocen que la desprolijidad y desacierto fue de Interior, porque fue a él a quien el Presidente Piñera mandató para que le trajera la renuncia firmada de Hermes Soto. Para sorpresa de todos en el Gobierno, la negativa del general no solo hizo estallar en cólera a varias altas autoridades, sino que puso en evidencia que el otrora hombre fuerte de Palacio no solo no ha recuperado su capacidad de manejar crisis, sino que políticamente sigue débil y errático.
Las críticas a Chadwick apuntan a que no estuvo a la altura de una operación de este calibre, con decisiones –nuevamente– inexplicables, como que, si no se tenía totalmente cerrado el acuerdo de la salida del general director, incluido su sucesor, se debió haber guardado silencio, esperar a tener todo amarrado y, menos, filtrar que la renuncia era un hecho. Los cuestionamientos también provienen del interior de Carabineros, donde acusan al ministro de haber expuesto al general Soto, quien cerca de las 17:00 horas arribó nuevamente a La Moneda.
En la sede gubernamental y en la propia derecha ayer en la tarde se hablaba que se había hecho el “ridículo”, que no solo se evidenció un desorden político de proporciones que un Gobierno golpeado como este, con un bajo apoyo en las encuestas, no puede permitirse el lujo de tener, sino también que el “papelón institucional” fue de tal magnitud, que desató la ira del Jefe de Estado, quien tuvo que intervenir directamente para sortear el rechazo que sufrió su ministro del Interior.
Durante la reunión que sostuvieron Piñera, Chadwick y el general director, el Presidente notificó a Hermes Soto de la decisión de aplicar el decreto fundado ante su negativa de renunciar. Por eso, cuando finalmente el Mandatario habló ante las cámaras, ya pasadas las 18:00 horas, dijo sin rodeos ni eufemismos que le había pedido la renuncia al general director de Carabineros. Esa fue la forma de imponer la autoridad del poder civil sobre la policía uniformada, algo que en el último mes ha sido uno de los principales problemas que ha generado el Caso Catrillanca con el ocultamiento de pruebas, destrucción de imágenes, versiones falsas, mentiras y filtraciones por parte de Carabineros.
En el Gobierno dicen que la noche del miércoles, en el marco de la graduación de una nueva generación de oficiales de Carabineros, el ministro Chadwick le señaló al general director que debía dejar su cargo, petición que se repitió ayer en la mañana en La Moneda.
El general Soto había estado en La Moneda en la mañana, antes de las 10:00 horas y, de ahí en adelante, se mantuvo en su despacho del edificio institucional. Pasadas las 15:00 horas se filtró a la prensa que la renuncia era un hecho, pero eso, en vez de despejar el escenario de incertidumbre, complicó más las cosas, tanto que, por otro par de horas, se instaló públicamente la versión de una resistencia del jefe de la policía uniformada a dejar su cargo. La explicación que hay de la negativa que Soto le expresó a Chadwick para dar un paso al costado es que considerada que presentar su renuncia era una forma de aceptar todas las culpas de una crisis que, a sus ojos, no es solo de su responsabilidad.
Tras la intervención directa de Piñera y ya anunciada la salida de Soto, el Presidente informó que este había pasado a retiro a 10 generales. Rato después, al conocerse los nombres de estos, quedó constancia que correspondían a los que habían sido nombrados a principios de año, en marzo, por el propio Mandatario, cuando se gestó la salida de Bruno Villalobos de la conducción de la policía uniformada.
La máxima autoridad de Carabineros duró solo nueve meses en su cargo, es el general director que menos ha permanecido en el cargo y el único que no ha presentado la renuncia cuando el Presidente de la República se lo ha solicitado. Un posibilidad que, según fuentes de La Moneda, nunca rondó por las cabezas del núcleo político del Gobierno, porque era visto como “un hombre de confianza, de carrera”, por lo que no se esperaban que se resistiera al cambio.
El hecho de que hasta última hora de ayer rondaran versiones y explicaciones contradictorias sobre la salida de 10 generales, es solo otra prueba más de que La Moneda, en vez de cerrar el conflicto o al menos apaciguarlo, lo que hizo fue echarle más bencina a la hoguera. Fuentes de Carabineros aseguraron que la renuncia de estos generales fue una señal al Gobierno de que no se aceptaría, por segunda vez, una intervención como la de marzo y, además, de la molestia interna por lo que se consideró una falta de respeto contra la institución por parte de Piñera, relativa a la actitud que tuvo el miércoles en la noche en medio de la ceremonia de graduación. Por esta razón, los diez generales le habrían propuesto a Soto irse con él, como forma de protesta.
Otros, dicen que que el general Soto habría tirado el mantel y realizó una limpieza al interior de la institución, con el fin de sacar a los altos mandos cercanos al ex general Villalobos, una especie razia en contra de quienes torpedearon su gestión de principio a fin. Anoche, Piñera –en entrevista con “Ahora Noticias”– reconoció públicamente que existían facciones al interior de la institución policial y señaló que está consciente de la “pugna o división interna que hay en Carabineros”.
La última versión, del propio Gobierno, es que fue Piñera quien le solicitó a Hermes Soto que le diera una lista de los generales más conflictivos para sacar adelante la modernización de la institución, una tesis que ha sido descartada desde Carabineros.
Una vez se conoció del actuar de Hermes Soto, de inmediato salió al ruedo el recuerdo del último general director que hizo caso omiso a una orden proveniente desde el poder civil: Rodolfo Stange, en 1994. Cabe consignar que en ese entonces no existía constitucionalmente la facultad para remover a los altos mandos uniformados, situación que sí existe ahora, luego de las modificaciones ocurridas bajo el mandato de Ricardo Lagos el 2005.
Con la salida de Luis Mayol de la Intendencia de La Araucanía y ayer del general Soto de Carabineros, el ministro del Interior quedó totalmente expuesto y ante cualquier nueva mala sorpresa en el Caso Catrillanca –nadie pone las manos al fuego que no ocurra–, la debilitada imagen de Chadwick “se complicaría de forma definitiva”. Por eso en La Moneda hay quienes consideran que corresponde poner al subsecretario Rodrigo Ubilla entremedio, como posible fusible al cual echar mano en caso de explotar una nueva crisis.
Tanto en Palacio como en el oficialismo confirmaron que ya está tomada la decisión de que Ubilla sea el nuevo escudo de Chadwick y, para graficar que la estrategia estaba en marcha desde antes, pero que no había cuajado del todo aún, sacaron a colación los viajes en solitario que ha realizado durante las últimas semanas el subsecretario a La Araucanía, a poner la cara, dicen. Fuentes al interior de La Moneda consideran que es deber del segundo hombre del Ministerio de Interior –dadas las circunstancias– ponerse a disposición y transformarse en el nuevo fusible para evitar una eventual caída del ministro de la estratégica cartera.
Eso fue lo que hizo –agregaron– al ser él quien lanzó la cuestionada frase de que la migración no era un derecho humano, que no solo era una estrategia para cambiar el foco de la discusión pública tras un mes sin pausa del Caso Catrillanca, sino que fue la forma de poner a Ubilla como objetivo central de las críticas públicas y que no siguieran cayendo sobre Chadwick.
Así ahora –revelaron– corresponde que el ministro del Interior tenga una menor exposición pública cuando se trate, especialmente, de cualquier aspecto del Caso Catrillanca y, al mismo tiempo, se consolidará un mayor protagonismo del subsecretario Ubilla.