Juan Enrique Acuña M:“Chile: un compromiso de todos”
La elección de Gabriel Boric como presidente de nuestro país, en una de las jornadas electorales más trascendentales de la historia de Chile, obligadamente merece una especial consideración y análisis, de todas las corrientes políticas, pensamientos y credos religiosos existentes.
Y debiera ser así, porque el fenómeno político-social que ha emergido inesperadamente, remeció la sociedad chilena entera, y por qué no decirlo -y sin exagerar-de importantes países de América y el mundo entero.
Prestigiosos y reconocidos órganos informativos internacionales, no escatimaron dedicación protagónica alguna, ante esta noticia que dejó perplejos al mundo político nacional e internacional.
¿Por qué todo esto? ¿Acaso Gabriel Boric es en sí poseedor de un privilegiado cerebro, antes nunca visto? ¿O de una consabida experiencia política? Por cierto que no. Tal vez, él sea poseedor de una empatía envidiable o una inteligencia emocional de fuste; lo que en cierto modo es intrínsecamente sólo una característica de su personal naturaleza que indudablemente es una clara ventaja en esto de ser candidato. Su magnetismo inmanente que atrae y entusiasma, en fin, y que muchas personas, de seguro, también lo poseen.
Todo indica, entonces, que tal como lo han comentado quienes me han antecedido en un análisis como éste, Gabriel Boric simplemente ha liderado un movimiento generacional que ha soñado desmarcarse de una seguidilla de camadas políticas, que por muchos años han tenido al país en ascuas; y que alternándose -por años más, por años menos- han manejado al pueblo de Chile a su amaño, decepcionándolo generación tras generación, desvirtuando todas las aspiraciones de la gente, sin conmiseración alguna.
Y felizmente, como nada es eterno, circunstancias sociales tal vez impredecibles (aunque lógicamente dables dentro de un contexto sociológico), produjeron el arrollador triunfo de una candidatura presidencial cuya contundencia no tiene parangón en los anales de la política chilena. Y todo ello, a pesar de la vergonzosa monserga de la palabra “comunismo, comunismo, comunismo”, manoseada a extremos escandalosamente execrables; y que gracias a la constante información vía internet que hoy tiene la gente, de nada sirvió para contener el ariete social punzante más arrollador que recuerde la historia de la nación.
Ahora viene la necesaria respuesta de quienes siempre hemos pecado políticamente. De todos los colores (unos más, otros menos), para -sin ser una común comparsa de esta pléyade de jóvenes- haya un respaldo patriótico de verdad tras esta cruzada esperanzadora. ¡Cómo no va a ser posible lograr la unidad soñada!
En esta generación sorprendente de jóvenes líderes, aparentemente no hay raspadores de ollas, SQM, Corpesca, Carmen Gate, mina Dominga, Caval, Penta, ni viajeros en OAS (MEO), colusiones, etc. Están (o estarían “libres de polvo y paja”). Y ojalá sigan iguales. Ya es tiempo de la purificación política de Chile. Aunque difícil será para Boric, poder desde la presidencia, vigilar a quienes sean designados autoridades de confianza en regiones, sin que con el tiempo pudieran caer en corrupciones, coimas, “apitutamientos” de familiares o de amigos, etc. Debiera crearse, tal vez, un “Chile vigilante” que esté protegiendo la pulcritud de un gobierno esperanzador. Es difícil; pero habrá que intentarlo con todo el rigor necesario…
Pero -por otra parte- ¡Cuidado! quienes más deberán proteger el hermoso cristal social que se ha erigido, serán estos jóvenes braceros, nacidos de senos ochenteros. Que no se corrompan (el poder suele corromper). Y que no duden en recurrir a mentes preclaras, de cualquier color político o religioso, que tal vez sin ser límpidas, pudieren dar un consejo preciso en los momentos difíciles, que indudablemente deberán enfrentar cuando estén frente a la inmensa responsabilidad de conducir los destinos del país. Es bueno aprender de la sabiduría china; que cuando se presentan delicados problemas de Estado, se recurre a un consejo de ancianos de mentes privilegiadas… Que no se turbe la mente; pues millones de ciudadanos, especialmente jóvenes y mujeres, se levantaron un día domingo, para borrar de una plumada la desprestigiada y añeja fórmula de hacer política en nuestro sufrido Chile.