Columna de Silvia Paillán: Muchos weichafe, faltan kimche
En estos días, en que la violencia se manifiesta de maneras tan diversas, vía comunicados públicos , disparos a banderas, llamados a cerrar fronteras a “extranjeros”, declaraciones de “persona non grata” y efectivos policiales portando cámaras al interior de comunidades; se hace necesario recordar la sabiduría – no exclusiva del pueblo mapuche – pero que en este caso aplica perfectamente. Y que está contenida en el kimche, que más que un concepto a traducir, da cuenta de esa persona de alta valoración al interior de la comunidad, por su capacidad de diálogo, liderazgo, un alto desarrollo de las denominadas “habilidades blandas”.
Recuerdo que en las clases de cosmovisión un profesor decía ante la pregunta de un estudiante extranjero respecto a si el kimche era el último estado del mapuche, ese que se alcanza al final de los días, el profesor respondió que no, incluso él mismo conoció a un kimche que no superaba los 30 años. Pero son condiciones extraordinarias y que son legitimadas por los antiguos. Eso da cuenta de cómo las dinámicas culturales hayan respuesta en su historia, en sus bases fundacionales.
Sin duda, que los mundos ideales no existen y los procesos de cambio social exigen de dinámicas que enfrenten los idearios construidos o heredados, por eso, entender la historia es poder construir el futuro y eso aplica no sólo para chilenos sino también para nosotros los mapuche. Necesitamos pensarnos y con ello reunir las piezas de un wallmapu dividido por el extractivismo, el regionalismo, la competencia, el racismo, las ansias de construir a un superhombre que no existe, en ninguna de las dos o más culturas presentes en nuestro país.
Es necesario retomar el dialogo, en la forma que sea, pero con disposición, entender que las confianzas fueron quebradas y que aunque no sea una justificación a actos violentistas, si es una respuesta a años de frustraciones de distinta índole. Tomar acción y entender, lo que ya muchos han dicho, es un conflicto político y no policial.
No se puede permitir que el concepto weichafe, que no es sinónimo de terrorista, sea capturado por aquellos que sólo ven en la vía violenta una salida a las demandas justas de quienes se han sentido oprimidos por largos años.
Cuesta entender que jóvenes que sólo buscan vías de escape a su permanente estado de violencia, crean representar mediante el uso de la fuerza a quienes han vivido en comunidades, han estado en prisión o han tenido a familiares en esa situación, asumiendo representaciones que nadie les ha dado.
Volvamos la mirada a los antiguos, al respeto que se merecen aquellos que aún conservan las bases de nuestra cultura, los que tras años de vivir en comunidades pueden y deben liderar estos procesos para evitar un enfrentamiento constante y desgastante que daña el alma del pueblo mapuche.
Quienes creemos en la justa demanda y entendemos que el mapuche se define por convicción más que por una certificación, podemos reconocer la importancia de escuchar y también la de gritar…
Basta de hablar, escuchémonos, con la mente abierta y quizás la solución está mucho más cerca.
Basta de imponer modelos, dialoguemos, conozcamos los territorios.
Lea y escuche, no haga defensas corporativas; ni todos somos buenos, ni todos somos malos; todos somos personas con distintas escalas de grises. Pero está claro que todos nos debemos la oportunidad de construir espacios de diálogo sin estigmatizaciones.