Columna de Silvia Paillan: “Corriendo el Cerco…”
En las últimas semanas me ha pasado mucho más que en años, respecto de la “experiencia indígena”, el cómo se enfrenta el pertenecer a un pueblo originario. Proceso que en Chile no es fácil para ninguno de los que siendo mapuche o champurria , compartimos de distinta forma un tronco ancestral ligado a la tierra.
En ese contexto, en medio de la última marcha mapuche que generó graves destrozos no sólo en el espacio público, sino en la conversación privada de las familias que se distancian de la violencia como medio de reivindicación. Difícil de explicar a quienes no logran dimensionar la rabia de un pueblo postergado y empobrecido en tantos aspectos.
Por todo eso, me resultó muy oportuno conocer el testimonio de Carol Huillin, decana de la facultad de Ciencias de La Salud de la Universidad Católica de Temuco, una mujer de origen aymara que se ha hecho reconocida recientemente por su vasta trayectoria y aporte en el campo de la medicina y tecnología que la tuvieron incluso como asesora del banco mundial, entre otros destacados organismos internacionales, lo que la han hecho merecedora de reconocimientos como mujer líder.
Carol es una profesional exitosa que reconoce con orgullo su origen humilde asegurando que su lucha contra la pobreza tuvo como herramienta la educación, siendo ese el llamado que hace a la juventud mapuche, asumiendo con ello que el conocimiento que ya manejaban los ancestros es un territorio a reivindicar y sin fronteras para todo el que esté dispuesto a asumir su propio desafío en un cambio del statu quo.
Con sus palabras me deja claro que pese a lo legítimo de las demandas no es la lucha con el Estado la única que debe asumirse sino también la interna esa que nos divide como pueblo.
Una mirada similar es la de Jaime Huenchuñir, quien desde el empresariado apuesta a superar los programas de Gobierno y hablar en serio en materia de fomento productivo, con la propuesta de instalación de una zona franca mapuche, iniciativa que pone la “demanda mapuche” en la esfera de las decisiones. Esas que cuesta asumir para cualquiera que sienta que “le hablan mirándole a los ojos y en su idioma”.
Más o menos, el consenso en que la violencia no es la vía pero sí el síntoma, está en el amplio espectro ciudadano; especialmente en aquellos que a eso de las 13 horas del día miércoles 3 abril caminábamos con dificultad por el centro de Temuco siendo víctimas de la toxicidad del ambiente. Y no me refiero a los aspectos propios de una marcha no autorizada, sino al gas lacrimógeno que se esparció varias cuadras a la redonda con una toxicidad pocas veces vista.