Columna de Silvia Paillan: 1,2, 3 x mí y por todos mis lamngen

Pocas veces me ha costado tanto empezar a escribir como hoy,  es porque la rabia me consume, y ello, a su vez, porque, pese a mis años tanto de vida como de ciudadana, activista, profesional,  pocas veces he visto como el doble discurso puede sembrar, efectivamente, la desconfianza. Un bien vital para el tan manoseado diálogo de Paz en La Araucanía.

Les comentaré dos situaciones. Trataré de ser lo menos tendenciosa posible y luego usted será quien juzgue.

La primera, fue una invitación a conversar, casi una “cita a ciegas” con actores -para mi desconocidos- quienes, con total convicción querían conocer mi postura -sin “editar” previamente-, lo que yo pensaba respecto del denominado conflicto,  los matices y responsabilidades que, desde la trinchera de las comunicaciones, yo veía. El cómo poder aportar en el entendimiento, en acercar posiciones. Pues bien, se me confirmó la libertad de opinar desde la mirada personal que me caracteriza con una postura pública y privada (por cierto la misma) sobre el tema. Para hablar, no sólo como periodista, sino también desde mi autodefinición  como mapurbe. Con ese contexto llegué a Villarrica para ser parte del nütram (¿conversatorio?) convocado por una joven organización santiaguina.

Al llegar me di cuenta que habían varios rostros conocidos, desde lideres mapuche, hasta empresarios, pasando por autoridades. El compromiso fue que allí se llegaba sin títulos y, por ende, yo sin mi capa de periodista. Por lo tanto, dando fiel cumplimiento a la palabra empeñada, me abstuve de publicar. No porque fuera una ley mordaza, sino porque, aparte de ver caras, no había mucho más que contar y – en mi caso- aplico la máxima de ”ver para creer”.

Así las cosas, me tocó en grupos en los cuales pude escuchar desde testimonio de políticos en relación al conflicto, empresarios respecto de sus inquietudes y la genuina intención de entender que hay “daños colaterales” que desde la oficina en Sanhattan es imposible dimensionar. Pude escuchar relatos de mujeres y hombres que perdieron a seres queridos en esta lucha y –en primera final- ver lágrimas en sus ojos. En especial, pude escuchar a una mujer que de forma poética enrostra ( sin saber) al dueño de una forestal los daños que la obligaron a tomarse un camino, teniendo como armas sólo un coligue y su rabia. Conocí un trabajo entre “no mapuches y lafkenche” en el rescate de un humedal , que  tiene a un alcalde mapuche como principal opositor. Pude ver, desde la pérdida de la lengua , como factor de lucha desde los escenarios de  un cantante de ópera de origen mapuche, hasta el relato de un empresario que al pasar por la ‘zona roja´ le dispararon al helicóptero en que se transportaba.

Así las cosas, yo veía que la actividad a la que fui invitada iba superando mis expectativas y prejuicios dadas las incontables mesas de diálogo que me ha tocado reportear y que terminan en una foto, un documento y ningún resultado.

Sin embargo, todo ese ambiente se quebró cuando varios de los políticos asistentes salieron a dar entrevistas a la prensa, autodenominándose como parte de la solución, cuando claramente esa actitud es parte del problema. Muchos me dijeron “la culpa es de la prensa” y yo discrepo, pues sabemos que a la prensa se le filtra cuando hay una intención y en este caso, la nota emitida y sus fuentes lo dejan en evidencia. Asumo en este caso pecar de inocente.

La segunda situación es más reciente y obedece a una propuesta que lideré motivada por ese afán de querer y creer que una ciudad mejor es posible y que el “Temuco que queremos” es más que un slogan. Por eso propuse la realización de una intervención pública en el marco de los 20 años de la celebración del día del patrimonio.  “Hortaliceras: Patrimonio inmaterial y buen vivir”, se denominó la actividad que fue patrocinada por el Colegio Regional de Periodistas. Mi propuesta era cambiar la imagen de la noticia de calle Montt -con las Hortaliceras siendo sacadas por Carabineros- por la ocupación pacífica de esa calle una mañana, en el marco de este evento nacional.

¿Qué pasó? Lo de siempre, la burocracia, el miedo a ser parte de una ciudadanía activa, una serie de impedimentos y silencios me obligaron a bajar la actividad ya consensuada con más de 70 mujeres que integran las dos asociaciones que ocupan diariamente el sector centro de la ciudad.

¿Qué sacamos con abrir museos, hacer conciertos, fomentar la lengua en los colegios, vestir con prendas o diseños mapuches, si siendo la región con más tesoros humanos vivos, seguimos despreciando el patrimonio inmaterial que nos toca a la puerta?; ¿Ser una ciudad ordenada implica sacar a todo aquel que no cuadre con nuestra imagen de ciudad pseudo primermundista?; ¿Qué le molesta más, el olor a caca de buey cochayuyero en el centro o el humo tóxico de la leña que nos ahoga día a día?

Alguien me preguntó por qué en mi bio de redes sociales me defino como activista. Ello es  porque no soy de las que se quejan y dan RT,  sino que soy de las que propone y actúa. Hace casi 10 años que no uso leña porque pese a tener la opción del pellet creo en que –a mi costo- puedo usar energía limpia como eléctrica o gas. Porque soy de las que aunque haga frío, marcho.   Y no sólo para la marcha feminista, sino también para aquellas que responden a temas que me mueven aunque sean  pocos los convocantes y marchantes. Porque desde mi humilde tribuna intento hacer sentido a lo que creo que usted merece saber, hoy descentralizando la información para la región desde el dial, y reclamando desde aquí por una acción injusta y encubierta.

Mañana no sé desde donde …pero créame que estaré.