“Las jaurías de violencia” en las redes sociales chilenas

Política, inclusión, inmigración, deportes… son muchos los temas que son atractivos para estas “manadas” y que influyen en la masiva oleada de comentarios violentos que inundan las principales plataformas sociales que ocupan los chilenos. Pero detrás de ellos hay un problema aún más grande: la impunidad y el placer que provoca dañar psicológicamente a una persona desde la comodidad del anonimato.
El 16 de agosto pasado, el estudiante de derecho Nicolás González puso un tuit, quizás motivado por el odio, en contra de Cecilia Pérez. “Soñé que era del MIR y me joteaba a Cecilia Pérez para poner una bomba en su casa”, fue el contenido del mensaje y que convirtió ese sueño en una pesadilla, pues la ministra lo tomó como una “amenaza de muerte” y lo detuvo.
González encontró apoyo en las mismas redes sociales, quienes cuestionaron que se haya detenido a una persona por un tuit. Pero otras tantas aprovecharon la instancia para descargar su odio contra la vocera de Gobierno, publicando contenido aún más duro que el soñador tuit del estudiante de derecho, actuando como una “jauría” que van tras su presa.
¿Por qué lo hacen? Según la psicología, hay que diferenciar la violencia de la agresividad, pues son términos ligeramente distintos: “La agresión es inmediata, directa, en cambio la violencia es premeditada y está asociada a otras emociones que pueden ser resentimiento u odio”, como señala el psicólogo experto en redes sociales, Luis Pino.
Para el docente de la Universidad de las Américas, los que son violentos a través de redes sociales, violencia catalogada como psicológica, se aprovechan de un vacío legal: “Judicial e históricamente, se le ha dado mayor valor a la violencia física que a la psicológica, pero en cambio la violencia física es una que va a durar poco tiempo, los meses o días en que pueda durar un golpe o una agresión física. En cambio, la agresión psicológica es bastante longitudinal, puede durar años, incluso toda la vida. El ejemplo más común: el acoso escolar. Todas estas plataformas digitales permiten que la persona pueda desplegar y utilizar la violencia más directa, pero al mismo tiempo estar escondido y más impune”.
A pesar de que las redes sociales llevan varios años siendo parte fundamental de la expresión, aún se debate los motivos reales de porqué ciertas personas actúan de forma violenta. Para Pino, se puede deber a tres razones: “Las personas podemos ser violentas para desplegar un deseo de resentimiento. Y una forma de mitigar esa sensación de malestar que produce la frustración o el resentimiento es siendo violento con un sujeto con el que no tengo contacto directo. Por eso puedo ser violento con otra persona y denostarlo a través de redes sociales, porque no tengo contacto directo”.
“Otra razón es que la violencia es adictiva. Quiere decir, que en la medida que yo disminuyo esa sensación de malestar a través del acto de violentar a una persona psicológicamente a través de estas plataformas, lo más probable es que yo lo vuelva a hacer, porque la frustración no termina con eso”, agrega.

Y, en tercer lugar, está la sensación de placer que les provoca ser violentos: “Hay estudios en psicología que dicen que las personas que son violentas mejoran su autoestima. Todas las personas necesitamos sentir valor por sí mismos, o ser valorados por otras personas. Y un acto que produce la violencia es que la persona cuando violenta a otra experimenta poder, control. Y el poder y el control es un deseo intrínseco en las personas. Y eso va a significar que yo no pueda sentir empatía con otra persona al no verla físicamente. Sé que está al otro lado de la red, pero no tengo noción. No hay empatía, hay placer, hay agrado”.
Todos estos motivos, según Pino, se acentúan y maximizan cuando las personas encuentran a otras con sus mismos ideales. Eso ocurre más a menudo en redes sociales: “Todas las personas tendemos a participar y a pertenecer en grupos y a buscar iguales. Yo puedo satisfacer la necesidad de pertenencia, satisfacer la necesidad de poder y de sentirme valorado y a estar con mis iguales, donde yo estoy con ellos y digo ‘hay otros que son distintos y son peores’, los de otras religiones, los de otros equipos, los de otros partidos políticos”.
“Con el surgimiento de la tecnología, puedo satisfacer esa necesidad a través de grupos que son virtuales. Es lo mismo en ese estado de masa o muchedumbre que se produce en persona. Y es mejor, porque tú estás en tu casa o en tu cama, protegido, tranquilo y estás participando de un acto violento, grupal y satisfaciendo varias necesidades, sin presencia directa con los otros sujetos”, argumenta.
“Es más fácil ser violento en las redes sociales”, sentencia.
A pesar de que estos grupos de personas se encuentran en prácticamente cualquier tema que genere debate en la ciudadanía, hay tres donde éstos aparecen más a menudo: política, inmigración y temas valóricos.
En la política, eso sí, no llegan mucho a debatir entre ellos, generando los llamados “oasis” y “barras”, como señala Nicolás Freire, del Observatorio de Política y Redes Sociales de la Universidad Central. Ellos, que usan el apelativo de “jaurías” para referirse a estos grupos violentos, indican que pocas veces se generan debates violentos entre miembros de trincheras opuestas, “aunque los hay sin duda”, como comenta.
La razón es que cuando promueven o comentan cosas violentas, usan, por ejemplo, hashtags o etiquetas que son afines a su ideal, por lo que no se mezclan con los otros. Eso produce la sensación de que están viviendo en un “oasis”, ya que no se enteran de lo que los otros comentan. “Es como si estuvieran cantando una canción de barra sin importarles lo que opinen o discutan los otros. Su mensaje es lo único que les importa. Como los seguidores de José Antonio Kast, por ejemplo. O como gente ligada a la extrema izquierda”, señala Freire.
Un ejemplo reciente de estos “oasis” se vivió el pasado 11 de septiembre. A pesar de que el día daba para que se generaran estos debates, se vieron poco, con contadas excepciones, ya que unos usaban #AllendeVive y otros #PronunciamientoMilitar.

En el tema inmigración la situación es bien distinta y es donde más se ven estas jaurías. La razón: el uso de un hashtag común para ambos bandos. “En este caso, no había un lugar donde cada bando pudiese explicar sus posturas, sino que había uno más común, más transversal. Por lo que estos debates violentos se ven con recurrencia”, explica Freire.
Uno de los debates más acalorados y que generó indignación en el país, fue la negativa reacción que tuvo cierto sector de las redes sociales al estreno del tráiler de “Petit Frère”, una película que narra la historia de un haitiano viviendo en Chile.Acá, como indica el Observatorio de Política y Redes Sociales, se nota más el efecto “jauría”, ya que esa gente va tras la presa –en este caso la película y los inmigrantes – en representación de un ideal superior, recurrentemente protagonizado por otra persona.
“Las personas cuando participamos en grupos, ya sea directo o indirecto, estamos defendiendo un ideal o estamos defendiendo a otra persona. Incluso puede que estemos defendiendo lo que esa persona idealiza, lo que se llama representación social. Yo tengo una representación social de quién es esa persona, en este caso una persona idealizada. Y una persona idealizada es, al mismo tiempo, un líder. Para ser un líder hay que tener cierta idealización. Por lo tanto, al pertenecer a ese grupo, lo que yo voy a desarrollar y lo que voy a hacer es defender mis ideales, como la gente que apoya a Acción Republicana, que van a defender los ideales de José Antonio Kast”, señala el psicólogo Luis Pino.
En los temas que son valóricos, en tanto, se nota aún más el fenómeno de las “barras bravas”, ya que en el caso de la ley de aborto, por ejemplo, cada “jauría” usa su propio hashtag o código propio, pocas veces metiéndose con la palabra clave del rival. En este caso, #AbortoLibre y #SalvemosLasDosVidas.

El cebo para la jauría
Sin embargo, estos temas que son más propios de un “oasis” o “barras bravas”, como señalan los expertos, pueden transformarse en una zona de guerra entre dos jaurías con una condición: que alguien, habitualmente neutral, con mucha llegada a diferentes espectros de las redes sociales, comenta o comparte un mensaje.
En este caso, los periodistas, gente que son vista como canalizadores en las redes sociales, son claves. Un ejemplo es Daniel Matamala, como señala Nicolás Freire. Esto es debido a que cuando un canalizador de contenido, como Matamala, comparte un tuit de una de las dos trincheras, “lo saca de su oasis de confort”, haciendo que llegue a más personas que no se meterán a ver el hashtag del rival.
¿Y los bots? Para Freire, ellos no cuentan, a pesar de que prefiere no llamarlos así, ya que para él son “cuentas sospechosas”.El Mostrador