Marcelo Carrasco: “Una nueva relación entre el Estado Chileno y los Pueblos Originarios”
Lo que está pasando actualmente en Chile, no es algo que ocurrió de un momento a otro, sino que se incubó en un paulatino proceso de deterioro del régimen democrático, que se extendió casi por dos décadas.
Las causas de la debilitación de la democracia, son variadas, entre ellas, el desarrollo de estructuras clientelares en torno a gremios y partidos políticos; un sistema multipartidario cada vez más centrífugo que fue politizando y polarizando a la sociedad completa e inhibiendo al centro político; una economía vinculada a la maximización de las utilidades sin importar el cómo y el no vislumbrar y ocuparse de los problemas reales de la ciudadanía.
Hoy, se abre un debate político con la verdadera política, la cual privilegia el diálogo y el desarrollo de consensos con todos los actores, donde se escucha tímidamente la expresión de escaños reservados para pueblos originarios de nuestro país.
Y en este importante ámbito, podemos decir que tanto la historia comparada, como las diversas experiencias internacionales, nos dice que existen diversos mecanismos para asegurar, o para inducir, la presencia de representantes de pueblos originarios en la cámara de diputados o el senado.
Lo más usual es referirse a la familia que forman tales mecanismos, como ‘cuotas’ para pueblos originarios. Sin embargo, aquella terminología puede resultar confusa, puesto que dentro de lo que usualmente se considera como ‘cuotas’, coexisten distintos arreglos institucionales, con objetivos y efectos muy distintos entre sí. Esto es lo que se llama cueteo político, que hace unas semanas lo vimos en la designación en la futura elección de Gobernadores Regionales.
A modo de ejemplo, establecer cuotas que deben cumplir los partidos o pactos electorales, al inscribir sus listas de candidatos –como lo dispone la legislación chilena respecto al porcentaje de mujeres en las listas-, no necesariamente busca garantizar el acceso del grupo en cuestión a la legislatura, sino que incentivar a los partidos a incluirlos en la competencia.
Por otra parte, es evidente que conversar sobre ‘cuotas’ en el sentido de fijar una porción de escaños en el proceso constituyente, especialmente reservados para pueblos originarios , responde a otro criterio, y en consecuencia, sus resultados pueden ser notablemente distintos, aquí sugiero que este proceso sea separado y se asigne una cuota, y estos sean electos por las comunidades legalmente constituidas en todo nuestro país. Con esto, damos una representación real a los pueblos originarios y no a los partidos políticos, y se genera un verdadero proceso de representación de pueblos originarios. ¿Es más difícil?, sí, ¿es más complejo?, sí, ¿es más participativo?, sí, ¿es más representativo?, sí. Entonces, ¿cuál es el desafío de la institucionalidad chilena?: Generar un amplio proceso participativo e inclusivo, no importa que sea difícil o complejo, lo importante es la representatividad y el convencimiento de una participación activa de los pueblos originarios, y no de los partidos políticos.
En la historia comparada, en diferentes democracias, las cuotas electorales para grupos étnicos se definen como “reglas electorales formales que garantizan un número mínimo de representantes políticos para determinados grupos étnicos” (Bird, 2014:12).
Por ejemplo, el reconocimiento de la identidad lingüística y nacional predomina como sustento de las cuotas en Europa Central y del Este – Croacia, Rumania, Eslovenia, Polonia, Kosovo, Bosnia, Macedonia y Ucrania-. La identidad religiosa caracteriza el establecimiento de cuotas en el Medio Oriente y el sur de Asia. La búsqueda de representación geográfica a través de las cuotas es más común cuando hay territorios insulares distantes del territorio continental -Finlandia, Tanzania, entre otras- (Reynolds, 2005).
Además de diferir en la base de identidad sobre la que se aplica la cuota, el mecanismo de la cuota propiamente tal, puede asumir distintos arreglos. Por esta razón, se sustenta la posibilidad que en el proceso constituyente de nuestro país, los pueblos originarios pueden tener representación directa, a través de un proceso democrático y participativo. Este es el desafío de la política chilena, que se genere un proceso lo más representativo, y no la generación de una cuota para un partido político, que presenta a un representante de un pueblo originario.
Colombia, una Experiencia de América Latina
El Senado se compone de 100 miembros, más dos senadores adicionales elegidos en circunscripción nacional especial por comunidades indígenas. La Constitución señala que los representantes de las comunidades indígenas que aspiren a integrar el Senado de la República deberán haber ejercido un cargo de autoridad tradicional en su respectiva comunidad, calidad que se acreditará mediante certificado de la respectiva organización, refrendado por el Ministro de Gobierno. La referida circunscripción nacional establecida para estos efectos, se rige por el sistema del cociente electoral: “donde la cantidad total de votos válidos se divide por la cantidad de diputados, ediles, etcétera. Este puede o no ser una idea válida, pero lo que si se busca es que sea representativo, y esto es lo que debemos buscar en la nueva forma de hacer política.
No perdamos la oportunidad para un reencuentro y la construcción de una nueva sociedad inclusiva, que respeta a sus pueblos originarios, y que esto sea una señal clara, que puede contribuir a descomprimir una relación hoy distante.
Marcelo Carrasco Carrasco
Consejero Regional de la Araucanía