Columna de Rayen Ingles : Libertad en todas las dimensiones posibles.
La negación de la edad es una dinámica que reúne condicionantes históricas y estereotipos construidos a la luz de procesos en que sobrellevamos la vida. Una imagen de decadencia en la cual, los años por sí mismo no constituyen motivo de orgullo, dejando el atrevimiento de nuestro logro en manos de la voluntad divina y la esperanza de una muerte digna.
El tiempo y su curso en la vida, generan nuevas formulas para comprender este milagroso resultado de la ciencia y la tecnología en salud producto de nuestra presencia en la sociedad. Lo que permite, no mirar con intriga o buscando magia en quienes viven más, comprendemos como un logro la esperanza de vida, sin dejar de lado aquel temor manifiesto a la vejez, cuyo desenlace nos conecta a la subjetiva comprensión de la muerte, del más allá y la trascendencia de la humanidad. Todos queremos llegar al cielo, disfrutar la vida y lograr el premio, esa convivencia a veces mezquina que nos interpreta en el miedo, la esperanza y la ansiedad, pero que sin embargo, aun en nuestro peores sufrimientos queremos mantenernos en la vida, contradicción humana que subyace a la comprensión formal del tiempo, quehaceres, sueños y desvelos que circundan los movimientos como gacelas, cuyo destino únicamente es avanzar. Porque rápido pasa el tiempo y ese temor oculto a la vejez aparece en silencio insensato, provocando cambios y transformaciones que ya no duran 10 años. El envejecimiento de la vejez nos pone a prueba para superar los cien años y el legítimo deseo de una vejez digna.
Probablemente, usted que lee, no ha pensado significativamente en esta etapa de la vida y agradece al cielo la posibilidad de compartir la experiencia, condición que inevitablemente, lo lleva a diario y con el paso de los años al envejecimiento. Todos somos envejecentes, en una sociedad donde la discriminación por edad reduce las posibilidades de valorar los aportes desde una mirada holísticas a las generaciones humanas, situándolas en tiempo pasado como un reloj de arena estancado. La vida constituye nuestro máximo tesoro y nuestro mayor desafío, buscar el sentido de nuestra existencia en el marco de oportunidades que nos dan los años, es el primer paso para avanzar en el tan mentado cambio cultural que provoca el reconocimiento de los tiempos, respeto a los aportes, logros y proyectos de vida a una generación que espera su partida.
Muchos estarán pensando, que esperan con ansias su vejez y que aceptan con orgullo los años que tienen, independiente del colectivo inconsciente que grita y demanda sus derechos desde nuevas tribunas, donde el reclamo se instala como derecho. Efectivamente, la vejez es una construcción social basada en la cultura de una sociedad en la que no nos sentimos representados. Tal es el punto, que las grandes instituciones, encargadas de velar por los derechos humanos y la dignidad de las personas, establecen fechas para visualizar el tema, en el caso de la ONU y el estado de Chile, el primero de octubre es el día elegido, fecha que transita en la simbología de la vejez asociada al abuelo, la publicidad propia de nuestro tiempo y el desafío de una generación mayoritaria que necesita garantías de derechos. En este sentido, parece que la sociedad de los derechos alcanza de manera diferenciada sus objetivos, y nos encontramos en la trama de la protección social, que busca dar condiciones mínimas a una imaginaria línea base de condiciones mínimas, sueños, logros y esperanzas de la que no podemos escapar. “no nos han quitado nada, estamos en silencio” dice un connotado dirigente social, porque la voz no canta fuerte en las calles de ciudades capitales, sino mas bien se reduce a calles de ciudades “tranquilas” donde envejecer se vuelve una ventaja . Las generaciones jóvenes, necesitan reforzar el coro de las personas mayores, fortalecer la comunicación y aportar desde el cambio de actitud, nuevas conductas para la vejez.
Nuevamente llego octubre, con olor a primavera, verano, otoño o inverno dependiendo del lugar en el que estemos, para defender los años ganados, la multitud de personas mayores y los desafíos de la diversidad en la vejez. Evidentemente, es la referencia a las formas distintas de envejecer, la capacidad permanente de ser feliz, el ejemplo de adaptación al cambio y la capacidad de pensar el mundo apreciando la presencia de distintas generaciones.
Las vulnerabilidades de nuestro siglo para la vejez, están dadas inicialmente por la distancia explicita o brecha que se construye a partir de las tecnología y la nuevas formas de comunicación, una manera de tener en cuenta el pasado, el encuentro con la imagen de una persona mayor y la oportunidad que nos conecta con nuestra propia identidad. La segunda determinante, es el grito en silencio, esa forma tan absurda de no encontrar eco en las nuevas generaciones, una búsqueda de la solidaridad necesaria para hacer de las legítimas demandas de la vejez un grito común. Como ejemplo, recuerden que hay algunos, que todavía creen que la salud es un ejercicio de encuentro social. La tercera determinante, es la desfachatez de los discursos políticos, centrados en aspectos no representativos de las personas mayores, esa forma esperanzadora de escuchar año a año los discursos presidenciales con la fe puesta en el anhelado tema de pensiones, como resultado de la eterna discusión ideológica que margina diariamente a muchas personas mayores pobres. La cuarta determinante somos nosotros, que una suerte de ostra, hemos ocultado nuestra propia vejez, no pensamos en ella, no soñamos con ella, nos negamos inconscientemente al hecho de envejecer. Finalmente, en chile hay más de tres millones de personas mayores, cuyos sueños se instalan en nuestras casas, nuestras calles y nuestras propias estadísticas, en búsqueda de respuestas para ejercicio de nuevos roles, reconocimiento genuino, participación activa y en plena capacidad de protagonizar la vida social, ya que las personas mayores, han demostrado la capacidad de afrontar, resistir y construir un vida propia a pesar de las circunstancias que les rodea.
Nuestro sentido cívico, debe motivar a las actuales y nuevas generaciones para el encuentro adaptativo en nuevos roles, disfrute de placeres, estímulos intelectuales, afectivos y físicos para las personas mayores, que al igual que usted, quieren seguir perteneciendo a la sociedad de la que forman parte, es decir, debemos encarar intencionalmente el proceso de envejecimiento y responder sobre el tipo de vejez que queremos vivir y que haremos para obtener esa respuesta.
La participación social significativa, es una de las oportunidades para que las personas mayores se integren, ocupando nuevos espacios en nuestra sociedad, desarrollando habilidades, reforzando capacidades, dotando de nuevos sentidos a su realidad para elaborar un proyecto de vida que genere espacios de autorrealización y libertad en todas las dimensiones posibles.
“Este proyecto es financiado a través del Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social del Gobierno de Chile y del Consejo Regional de La Araucanía”